Opinión

Figuras de lo incorrecto

Por Fabrizio Zotta

Con 80 años y una nueva novela que presentar, Mario Vargas Llosa estuvo en Buenos Aires, haciendo notas de prensa, y participando de una entrevista abierta en la Feria del Libro. Sin demasiada estridencia, esta vez su visita estuvo marcada por la semisonrisa, un poco frívola, que despertó en sus interlocutores la historia de su relación afectiva con Isabel Preysler. Poca literatura, algo de política y mucho de guardias periodísticas rodearon al Nobel, en su visita a la Argentina.

Con menos flashes, pero con igual poca literatura, Jaime Bayly también presentó en la Feria del Libro su última ¿novela?: “El niño terrible y la escritora maldita”. A sus 51 años, el escritor y entrevistador limeño, devela la historia de su furtiva relación con Silvia Núñez del Arco, su actual esposa, y madre de su última hija, que cumplirá 28 años en noviembre.

Destinos cruzados en varias ciudades del mundo, a las que visitan al unísono, los escritores peruanos más influyentes de la historia de aquel país, ubicados en apariencia en extremos opuestos, parecen conversar en el mismo escenario de lo incorrecto, ahora que las musas que vivían en sus libros parecen un poco adormecidas.

“Don Mario”, como le gusta a Bayly llamar al prócer mayor de la letras peruanas, siempre se movió en un terreno polémico, sea por sus parejas, sea por sus ideas políticas. Casado con la hermana de su tía política, su primer matrimonio se refleja en la autobiográfica “La tía Julia y el escribidor”, lo que le costó el repudio familiar y el exilio en Europa, que lo convirtió en quien es. Sus desventuras maritales continúan con el divorcio de su tía para casarse con su prima, Patricia Llosa, a quien también abandonó, prácticamente en el festejo de sus bodas de oro, por la mamá de Enrique Iglesias.

Pero a Don Mario siempre lo precedió su obra. Dueño de una prolífica y minuciosa prosa, escribió durante más de 60 años algunas de las novelas más bellas que diera el suelo latinoamericano: desde la primera “La ciudad y los perros”, la inolvidable “Conversación en la catedral”-quizá el punto más alto de su obra- pasando por las más recientes “La fiesta del Chivo”, “Travesuras de la niña mala”, y las últimas, un poco nostalgiosas de aquellas, “El sueño del Celta”, y “El héroe discreto”. Cinco esquinas se llama su última producción, donde refleja el Perú de Fujimori, y la prensa como órganos de extorsión del poder.

“Existen dos Vargas Llosa: el gran escritor que todos festejamos y el militante que no ceja ni un segundo en atacar a los gobiernos populares de la región”, escribió Horacio González, por entonces director de la Biblioteca Nacional, en marzo de 2011, en un mail dirigido al presidente de la Cámara del Libro para evitar que el Nobel peruano inaugurara la Feria del Libro de aquel año. Pero no lo logró.

Este sábado en la Feria, como en secreta venganza, Don Mario se despachó sin tapujos: “Celebro con simpatía y alegría este regreso de la Argentina a la razón, a la sensatez y a la cordura. Y que haya renunciado a las quimeras. El paraíso no es de este mundo”. Contó, además, que muchas veces se pregunta qué pasó con aquella Argentina que estaba en el parnaso de los países más importantes del mundo: “¿Fue un terremoto? Fueron las políticas insensatas y suicidas que alentaron quimeras socializantes las que terminaron destruyendo al país”.

En el escenario de la incorrección, Jaime Bayly lleva del brazo a su ídolo: reconocido en todo el continente americano, en este caso el niño terrible precede a su obra. Bayly es extraordinario porque supo hacer de su vida su literatura, y no al revés. Dejó a su primera esposa, por un hombre argentino, con el que mantuvo un amor un poco histérico durante 10 años y que está narrado en su descarada, divertida e inolvidable ¿novela? “El canalla sentimental”. Su bisexualidad le costó el horror de su madre, la pelea con sus hijas, el rechazo de ciertos sectores de su Lima natal… el exilio en Bogotá, Buenos Aires y Miami, que lo hicieron ser quien es. Sus desventuras maritales continúan cuando abandona a su novio, luego de deslumbrarse con Silvia Núñez del Arco, de 23 años, que lo convirtió en padre nuevamente, esta vez de Zoe.

Un susto, un diagnóstico fallido, o simplemente una acción de promoción lo llevó a anunciar que su hígado dejaría de funcionar y necesitaba un trasplante o moriría sin remedio. No ocurrió, pero sí la idea de su desaparición dio origen a la última trilogía que ha escrito “Morirás mañana”, cuya primera entrega (la que vale la pena) “El escritor sale a matar” se publicó en 2010.

Durante 20 años, desde 1990 hasta 2010, coqueteó con la política. Apoyó a Don Mario en su intento presidencial, acompañó a Álvaro –hijo de Vargas Llosa- en su campaña por el voto en blanco en 2001, amenazó con postularse a la presidencia en 2010, para influir en el balance de poder que por entonces se disputaba, atemorizando a gran parte del electorado; apoyó ideas liberales, incluso las más conservadoras.

“Siempre he creído que la vida privada es lo que mejor define a una persona”, dijo en la presentación de su último libro en Bogotá. “En la vida pública todos mentimos, todos actuamos, todos fingimos un poquito más, un poquito menos. La vida pública implica unas concesiones, digamos, en aras de la civilidad, de la cortesía, pero a mí me encanta contar la vida privada. Me encanta”.

El 3 de octubre de 2010 me tocó estar el Lima. La capital de Perú estaba convulsionada, porque había elecciones. Susana Villarán fue electa alcaldesa, derrotando a Lourdes Flores. Jaime, desde su programa “El francotirador”, había sido clave en el triunfo, su apoyo fue determinante, en una elección discutida y reñida hasta el final. Todos mirábamos en vivo la televisión, como en vilo, porque los limeños no hacían otra cosa. En aquellos días, “el niño terrible” fue elegido un de las personas más poderosas del Perú.

Cuatro días después, el 7 de octubre, Lima volvió a convulsionarse, pero esta vez porque se conoció que Vargas Llosa había ganado el Nobel. La prensa sólo hablaba de él, y Jaime sonreía con malicia, en segundo plano, desde la TV. Extremos, diferentes, pero enlazadas figuras de lo incorrecto. En algún punto, la vida de Jaime parece una parodia de la de Don Mario. Y ahora, ambos comparten el indolente privilegio de ser más importantes que lo que escriben.

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